lunes, 25 de mayo de 2020

DÍA 72 DE LA CUARENTENA EN MADRID


    Día 72 de la cuarentena.

   Bajo esta imagen se desvanecen las pequeñas luces. El viento silba moviendo los árboles, mientras una paloma empieza a hacerse notar, envidiosa del piar de los pájaros.

   Nuestras mejillas se han llenado de lágrimas y seguirán haciéndolo. No siempre por las pérdidas más dolorosas y lamentablemente irrecuperables. Han pasado tantas cosas pese a la monotonía de los días: noticias, aislamiento, entretenimiento, aplausos… Hemos aprendido que somos capaces de hacer más y hemos echado de menos a aquellos a los que queremos. Se han roto aparentes amistades y también  nos hemos enamorado, la mejor parte, hilos de cualquier momento o lugar. Nunca unas semanas nos han hecho aprender tanto de nosotros mismos.

   Ahora oigo el primer coche y a los primeros valientes del día conquistando la calle. Arrastrando un último sueño por una llamada hasta la madrugada. Perdí la noción de lo mucho que se veía por este hueco de mi habitación, si bien aprendí de alguna cotilla que se ha hecho profesional en poco tiempo: gracias. La telaraña cuelga deshecha y abandonada por su propietaria en esta vieja y vallada ventana. Quizás sea hora de limpiarlo todo y salir a la calle tras tantos días de confinamiento.

   Hoy damos un pequeño pasito para recuperar la normalidad: no lo desaproveches.

   Y lo que más me preocupa: ¿dónde está la araña, por Dios?

lunes, 18 de mayo de 2020

SEXO EN EL CORAZÓN


   No dejes que mis manos te confundan, se muestran claras y no se guardan nada. Desde tu frente, la mano derecha se lanza con su dedo índice acariciando tu nariz en una bajada sinuosa. Se junta, de nuevo, con la otra mano arriba. Serpentean por debajo de tus ojos que han decidido cerrarse y concentrarse: dejar de ver para poder sentir. Corazón, anular... tontean y coquetean con tus pómulos. Sonríes, exhalando un suspiro a modo de aprobación. Y aquellos dedos traviesos han parado a tu barbilla sin darte cuenta, rodeándola en círculos y amenazando con bajar hacia tu sabroso cuello.
 
   ¿Pero qué viaje sería éste sin hacer una parada en tus labios? Qué sabrosos parecen ser ahora, tan deseosos e impacientes. No se han probado aún en demasía, pienso, a pesar de los miles de pequeños besitos que te robaron en un momento de descuido. Y mis dedos juguetones acarician su contorno. Los saborean sin besarlos y los humedecen sin apenas tocarlos. Los violan con ternura de lado a lado con sólo el tacto para parar en medio de ellos. Y en un gesto de silencio se yergue en ellos.

   Sshhhh, calla. Silencio, ssshhhh, sólo permitirán un jadeo. 

    Ssshhhh, calla: haciéndonos cómplices del momento.

   Deslizo ahora el dedo posado, bajando traviesamente tu labio inferior y soltándolo de forma suave pero repentina, provocando una sonrisa traviesa en ti. Y estas manos se dirigen peligrosamente hacia abajo, al punto más dudoso de la ecuacion. El órgano más querido, por mucho que quieras restarle importancia. El que late y bombea, que provoca sentimientos. 

  El que hace que esta historia se revolucione por momentos: dichoso corazón que sientes... que dueles. Capaz de que cada beso provoque otro, que cada caricia mendigue más y más atención y de recordarte cuando no estás. De odiarte y de quererte, de echarte de menos y de ¿por qué no?, olvidarte. Pero no: te quiere y te prefiere, te siente entre tanta herida. Le gusta. Ahora dime, tú, acerca de nuestro corazón: ¿amigo o enemigo en el amor?

   🖤❤️

sábado, 9 de mayo de 2020

DÍA 53 DE LA CUARENTENA EN MADRID


   Y es que leer siempre me resultó aburrido por mucho que me insista la gente. Sólo uno, ese libro: poesía pura, perdido entre los versos de tu cuerpo.  Me hago ciego con la excusa de deslizar los dedos para poder leerte. Y es lo más divertido.

   Las yemas de mis dedos se curvan hacia tu piel que poco aguantará al tocarla, erizándose al acariciarte con las manos. Muñecas, tobillos, cadera y espalda: roces que tontean con tu vientre como epicentro.  Sutilmente, movimientos que tocan accidentalmente otras partes de ti, al masajear tu espalda y entrecruzarse con tu pelo. Ésos gustan más, los que no se esperan: accidentales, superficiales, los que nos rodean y esquivan traviesamente. Las caricias bordean a lo que más queremos que sean los protagonistas, pero  se harán de esperar en la presentación.

   Y el primer beso llega,  cruel por hacerse desear. En otro momento sería vacío, pero en este contexto quema cargado de calor. Pues tras cada mensaje de nuestros labios, la saliva nos deja marca húmeda en la piel, que tan rica se siente ante este éxtasis de emociones y dulces presiones en nuestro cuerpo. Mis labios, tus labios. Saboreándonos y perdiendo la atención al siguiente segundo, mascarado por un nuevo beso que le continua y que ahora recostada, suben desde tu vientre hacia tu cuello. Pausados pero constantes. Por el centro de tus pechos pero sin tocarlos, para que se sientan tan cercanos y se mueran de gusto tus sentidos. Y entre pequeños mordiscos que no paran a tus labios, los dedos empiezan a perder la vergüenza: tu ombligo es el primero es saberlo. Mientras, mi mano escala de abajo a  arriba en un aparente orden que provoca caos.Tu piel se nota tan erizada y en el momento que llega a tu aureola izquierda, comienza a dar vueltas entre cosquillas a la misma. Sólo te falta reír, pues la sonrisa ya la tienes y la carcajada se disocia con el murmullo que susurras cuando nos rozamos entre movimientos. Y las miradas se pierden al cerrar los ojos entre pequeños gemidos en esta bella agonía.

   Tus piernas ahora coquetean con las mías en una fiesta donde mis dedos se unen ahora que han marcado tu espalda con un pequeño arañazo. Han perdido el interés en tus omóplatos, pero prometen que volverán tras la visita de más abajo. Y es uno de los mejores momentos que llegan al hacerse espacio entre tus piernas y un poquito más allá. Está ahora al descubierto y tus muslos acaban vibrando ante tanta orgía de sensaciones. No sé cuando tu cuerpo empezó a estar tan caliente como el mío, pero volvernos sordos entre gritos de placer parece que será nuestro fin.

   Para no posponer más el desenlace del único libro que me gusta leer, censurado de tantas palabras que me gustaría publicar, pero que se resguardan para un epílogo. Y es que leer siempre me resultó aburrido, salvo cuando compartimos lectura juntos.

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