martes, 15 de septiembre de 2015

LA ÚLTIMA FOTO QUE TOMARÉ



   ¿Los títulos de las fotografías? Forzados: no me gusta ponerlos. Nada, además. ¿Pero tú? Sí, tú. ¿Serías algo sin nombre? Sí, bueno, claro que lo serías, pero es lo mínimo a lo que puedes llamar "propio". Un nombre con el que se te identifique. Aunque sea repetido hasta la saciedad, aunque sea corto, largo, común, extraño, difícil de escribir o no, compuesto o simple...es tuyo al fin y al cabo.

   "La última foto que tomaré". Sí, lo sé, menudo título para una fotografía...¿no es lo que la gente se suele preguntar a lo largo de su vida haciendo fotos, verdad? ¿Cual será la última fotografía que tomaré antes de morir?

   Haciendo memoria podemos recordar las primeras fotos que hicimos. Al menos, yo puedo. No la primera como tal, de pequeño, al suelo de la calle o al perro que tenías como mascota y el cual solo aparecía por una parte de la fotografía, cortado, flasheado o con los ojos entrecerrados, no... Me refiero a mi primera foto "importante". Como ese primer ladrillo de la casa, la que forma parte de los cimientos. Situado en una colina, no aproveché el teleobjetivo nada más que para dirigirlo hacia abajo a hacer fotos a una persona que iba subiendo por el cerro. Una foto movida y a decir verdad, no saqué ni una foto buena de la sesión. Fue vergonzoso y frustrante. Aún hoy lo sigue siendo.

   Pero el título de la foto no es sinónimo de miedo hacia lo que seré o lo que me convertiré el día de mañana. Ni de si mis fotos serán de una manera o serán distintas a lo que hoy hago: es más complicado que todo eso. En mi cabeza esta idea viaja sola sin parada fija, transbordando unos días sí y otros no, y es así, que ni siquiera sé como explicártelo.

   "La última foto que tomaré" no hace un llamamiento a eso que crees que necesitas. No es ese "objetivo" del que careces y que no encuentras o que no te llega, que buscas tan desesperadamente o te agobia porque ellos te dicen que sus vidas sí tienen sentido mientras la tuya está perdida en ningún lado. Tranquilo, ya te lo digo. ¿Ellos son felices? ¡¡Genial!! ¡Pero, eh! Te contaré un secreto: algunas vidas, quizás la tuya, se resuma en que nunca, jamás de los jamases, pares de bailar. ¿Aunque se acabe la música? ¡Sobre todo si la música se acaba!

   ¿Porque sabes qué? Hay algo más, algo que no te habían contando: no tienes que ser feliz.

   :)

martes, 1 de septiembre de 2015

ENVIDIA BAJO EL SOL



   El sol luce hoy amarillo de envidia, tintando todo el cielo con su amargura. No alcanza a comprender que tras un día de tormenta, apagado por las nubes y emborronado por la lluvia y la arena que el viento movió, no se le da espacio como protagonista. 

   "Los edificios no son muy altos. ¿Por qué se atreven a tapar mis rayos?"

    Piensa y repiensa, y con cada pensamiento se envenena más: 

   "¿Qué tienen? ¿Altura? Sí, pero no la suficiente. ¿Un peinado de tejas? ¿Quién las necesita?"


   Y poco a poco se va dando cuenta que va cayendo y que el horizonte se engancha con sus brazos a él llevándolo hacia abajo. Estaba tan concentrado en buscarle la vuelta al robo de su momento, que no se centró en contemplar lo bueno, aunque poco, que tenemos. Los edificios... y nosotros, claro. Algo bueno tenemos que tener, ¿no?

   Mientras el sol ya piensa en que mañana será otro día con su cabeza ya cansada de las protestas, no habrás reparado en que el edificio enorme frente al pequeño ansía ser bajito como su compañero, puesto que los rayos del sol le ciegan a él durante más tiempo que a otro cualquiera.

   Un mundo loco, ¿no crees? Buscando siempre el argumento perfecto para un mundo imperfecto.