El dibujo no es mío. Y suerte he tenido de no salirme de las líneas. Un dibujo en un banco de imágenes. Ningún autor presente en la ilustración. Ningún nombre.
La tienda situada cerca del metro Bilbao no tuvo prisa por abrir hoy. Pese a que llegarían a pasar 40 minutos de la hora indicada en su horario, no hizo acto de presencia. Durante los primeros minutos di una vuelta para malograr alguna foto mientras la cámara se derretía en mis manos, deshidratándome con cada pasito y ligando con la tímida sombra que se escondía de mí. Después de varios rodeos a las calles, decidí sentarme a esperar a que abrieran sentado en la acera. El móvil fue el que me salvó del aburrimiento. Hasta un mensajero se paró en la puerta del local e hizo un gesto de desaprobación antes de irse. Los minutos siguieron pasando.
Absorto en mi mundo, perdido en instagram, alcé la cabeza al sentir un llanto. En la acera enfrente mío, entre dos coches, yacía una mujer de rodillas, con la cabeza clavada en el suelo mientras lloraba. Un viejecito en su acera fue más rápido y la atendió primero. Pensé que se trataría de algún tipo de violencia de género. No pude estar más equivocado. Al acercarme, la mujer lloraba junto a su mascota, sujetando aún la correa con fuerzas, mientras el animal se encontraba inmóvil tumbado en el suelo. El pobre bulldog se echó fatigado en la acera y no pudo levantarse más. La mujer no dejaba de llorar y a pesar de echar las manos al móvil para llamar a un veterinario, nos dijo que ya había llamado ella. Venía de ahí, a un par de manzanas de donde estábamos, por una revisión de la piel del animal: nada más. La mujer me dijo que creía que ya no respiraba. Me clavó los ojos, pidiendo una mentira. Me acerqué al perro y comprobé lo que ya todos los curiosos alrededor vaticinaban. No pude sino darle el pésame. A los pocos minutos llegaron las veterinarias corriendo, las cuales cerraron la clínica para atender al perro. Comprobaron que había fallecido y tras animar a la dueña, se llevaron al animal al local para tramitar la recogida. Sin duda un día de asco, más para ella, sin duda.
Sin saber el nombre del pequeño perro. Donde cada fotografía cuente una historia. Y porque no todas son bonitas.