Cuando me meto a la cama y me arropo, de entre tantas posturas, posicionarme a la derecha es la que más me gusta...no sé. Y los pies, ¡por Dios! ¡Calor por favor! Es asesino notárselos fríos en estas noches heladas.
Y empieza el viaje una vez que me quito las gafas: inmersión a ese mundo desnublado con manchas de luz como protagonistas de la historia. Esas manchas borrosas dibujan siluetas rectangulares en mi habitación; la misma que me gusta mirar esperando a que el aburrimiento venga a mí. Luz proyectada a través de la persiana que juega a contar una historia en la pared. Y ésa es otra: intermitente, diferente...Una luz como la cruz verde de una farmacia: se enciende y se apaga en la pared cada mucho tiempo...el mismo que tardo en dormir, acompañándolo de un bostezo. Verde, tintineante y cuya procedencia sigue siendo un misterio por más que busque su origen a través de la ventana.
De entre todas esas rayas abstractas podrás ver un semáforo cambiante, una farola cochambrosa y un rótulo blanco a pie de calle...aunque eres libre de ver lo que quieras. Siempre lo fuiste y ésa es la magia de lo abstracto.
Y gracias. Gracias por hacerme ver que no estaba tan solo como pensaba. Que no todo lo que tú ves, lo tenía que ver yo.
Las últimas luchas del día vienen a mi cabeza y me rindo a la abatalla de algunas de ellas. Busco mi interruptor de apagado, es tarde ya. ¿¿Dóndeeeeee diablos está...?? ¡¡Ah, aquí!!
Buenas noches.
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