Cuando me veo al espejo no sé si veo a un adulto o a un niño. Mi cara ha envejecido. sí. Las arrugas poco a poco serán unas invitadas a mi casa a las que no podré cerrar las puertas. Entre tanto y aunque nunca me he resistido a madurar, lo que sí reniego es a perder mi vena infantil. La necesito en mi vida y es gran parte de mi personalidad. No se trata de ser el bufón de tu grupo de amigos, sino de saber disfrutar del momento de las bromas más absurdas y sin sentido: de dar una patada a un balón, de descabezar un muñeco, de presentar a Barbie y a Ken o de dar colo un "Pinta y colorea" empezando siempre por los bordes del dibujo.
No rechazo tener que llevar traje y corbata, pero tan rápido como llegue a casa cambiaré esa careta. Me gusta ser niño, me gusta reírme de mi mismo y por qué no decirlo, también de los demás. Me gustan los mundos fantásticos, donde no tenga miedo a volar. Donde pueda jugar a los videojuegos las horas que quiera hasta caer exhausto de sueño. Donde pueda leer "Cuentos de cinco minutos" por diez minutos más hasta que el libro se me caiga en la cara en armonía con mis párpados y donde tener mi colección de juguetes de Batman y Las Tortuga Ninja expuestos en una estantería para poder mirarlos cada mañana antes de irme a trabajar...Toy Story me hizo mucho daño...
Pienso y repiendo continuamente en que morimos cuando dejamos al niño que eramos cogiendo polvo en algún rincón de nuestra vida.
El mío todavía me guía de la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario