Uno de los pequeños "Rincones de Madrid", epicentro de muchas historias. Uno de mis favoritos a pesar de su sencillez: la autopista cruzada, separando la estación de metro y las Cuatro Torres. La descripción no puede ser más simple.
Una neblina inundando el paisaje, de la que las torres no pudieron escapar. De acompañante, una fina lluvia repiqueteando en la cámara y mojando un objetivo para nada luminoso. Aguantar la respiración por la noche y con el frío desafiante hicieron que evitar cualquier trepidación en la toma fuera un reto.
De esos pocos "Rincones de Madrid" que conozco, uno a los que más apego tengo por las veces que visito en mi rutina. Frente a frente al cruce de personas cuya complicada vida no les deja una tímida ojeada por debajo del paraguas que portan, resguardándose de la lluvia. Y aunque como muchas veces, no haya sacado la verdadera belleza que guarda tras de sí, es un paso más al día que logre sacar las Cuatro Torres juntas, una detrás de otra y esta vez sí, sin jugar al escondite con la niebla.
De esos pocos "Rincones de Madrid" que conozco, uno a los que más apego tengo por las veces que visito en mi rutina. Frente a frente al cruce de personas cuya complicada vida no les deja una tímida ojeada por debajo del paraguas que portan, resguardándose de la lluvia. Y aunque como muchas veces, no haya sacado la verdadera belleza que guarda tras de sí, es un paso más al día que logre sacar las Cuatro Torres juntas, una detrás de otra y esta vez sí, sin jugar al escondite con la niebla.
Un cigarrito de última hora y de vuelta al suburbano, donde perdemos toda identidad.
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