Me saca de quicio, no puedo negarlo.
Pero he de reconocer que me encanta retratarla. Sus ojos de infarto, de pupilas grandes: únicas. Y sus pómulos marcados dibujando esa línea curvada a sus labios. Y más que eso.
Sólo hoy, hacer esta sesión medianamente improvisada costó sudores. ¿Por qué medianamente improvisada? ¿Si es así es que ya estaba planificada, no? Más o menos: el tiempo que llevaba queriendo retratarla de nuevo trae consigo muchos meses atrás, pero el momento no siempre es el adecuado. De hecho, este día tampoco lo era.
Al menos no discutimos. Otras veces rabiamos de camino al metro debatiendo en un lucha por tener la razón sobre el otro. Este día fue más llevadero, aunque algún empujón traicionero se llevó. Pero yo salí victorioso del debate :)
¡Y ojo! Ella intentó quemarme y estuvo a punto de que me detuviera un agente de seguridad. Y todo eso, solamente de camino al metro. El día a día con ella no suele ser fácil, y para colmo no se lleva bien con las Coca Colas. Sin servilletas es recurrente que el fotógrafo lleve un pañuelo anti-emergencias.
Cuando el vagón del metro se llena, ya es otra historia. Toca sentarse en los asientos a modo de evitar que los viajeros gumias ocupen tu sitio a su lado. Es hora de revisar las fotos, poner pegas y seleccionarlas antes de que se llegue al destino.
Pero he de reconocer que me encanta retratarla. Sus ojos de infarto, de pupilas grandes: únicas. Y sus pómulos marcados dibujando esa línea curvada a sus labios. Y más que eso.
La palabra "fotógrafo" me sigue dando mucho miedo a día de hoy. La temo. Me queda grande y prefiero rechazarla. Aún así, dicen que los artistas precisan de una musa, diosas inspiradoras en el arte y la ciencia...y bueno...
...Sí, me quedo con mi musa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario