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Anoche no dormí en mi habitación.
La tormenta se había estado acercando tímidamente, cada vez con más relámpagos atrevidos, dispuestos a arrancar el sueño. Cogí la almohada y me dirigí al sofá del salón. Con la ventana abierta de par en par y esta vez sí: con una camisa como refuerzo a ese aire que se colaba por la ventana sin haber sido invitado. Me estiré todo lo que pude hasta que mis pies sobrepasaron el largo del sofá, no es de los grandes. Miraba a la ventana, embaucado por la luz de los rayos que en más de una ocasión iluminaron el cielo.
La tormenta se había estado acercando tímidamente, cada vez con más relámpagos atrevidos, dispuestos a arrancar el sueño. Cogí la almohada y me dirigí al sofá del salón. Con la ventana abierta de par en par y esta vez sí: con una camisa como refuerzo a ese aire que se colaba por la ventana sin haber sido invitado. Me estiré todo lo que pude hasta que mis pies sobrepasaron el largo del sofá, no es de los grandes. Miraba a la ventana, embaucado por la luz de los rayos que en más de una ocasión iluminaron el cielo.
La curiosidad me pudo en uno de los momentos en los que vi uno quebrar el cielo. Me levanté y me apoyé en la ventana, encima del sofá, esperando ver otro envidioso contornearse de la misma manera entre las nubes oscuras. El trueno que lo acompañaba no tardó en hacerse presente haciendo temblar los cristales de las ventanas. Observé como en algunas casas de los edificios vecinos se encendían las luces, con sus dulces sueños atropellados. Al cabo de un rato se volvían a apagar. Logré ver una cabecita asomarse fugazmente ante el atropello de la lluvia.
Ahhhh,la lluvia: se hizo de rogar, como siempre. Me preguntaba como sería oírla caer esta vez, tan lejos del suelo. Olvidaba lo que había sido vivir tan arriba, nunca me gusto tener los pies en el suelo y ahora no podía estar mejor. Y es que tiene algo que las gotas no lleguen al suelo de la calle, mira: inmolarse contra la ventana con la esperanza de llamar tu atención y que salgas a ver el espectáculo que afuera acontece.
Y fue apagándose. Tronando algo más débil, iluminándose cada vez menos. Me reincorporé en el sofá. Mi idea de no dormir en la cama se mantendría inamovible esa noche. Cada vez más se oían los neumáticos de algún valiente coche a través de la calzada, violando los charcos del suelo por la mitad. Y las gotas....ahora prácticamente inexistentes. Durmiéndome, otro coche levantando agua y un trueno a lo lejos despidiéndose. Abrí los ojos para verlo una vez mas: un rayo blanco desfigurando las nubes. Respiré el frescor del aire, cómplice de la tormenta, esperando su último suspiro.
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