Boda: todavía estoy esperando a los 31. Llevando la alianza conmigo, fuera de la mano eso sí, hasta ese día. En estos dos años que le restan cubriré los enlaces cámara en mano y es que esta boda, tuvo su miga :)
Reconozco que ha sido la boda más grande a la que he enfrentado hasta ahora. Madrugar y empezar con fuerza no era el reto: lo disfruté como un enano. Doy gracias a mi "clienta" por contar conmigo, por darme esta oportunidad y por hacerme "sufrir" como lo hizo: taxi para aquí, taxi para allá en busca de la peluquería. La sorpresa fue mayúscula cuando reconocí a las peluqueras, antiguas amigas de hacía tiempo. ¡Gracias Mixtura Peluqueros por vuestra profesionalidad! ¡Seguid así por la pasión con la que destacáis!
Por otro lado, probé lo que era montar en un Mercedes-Benz clase S limusina. Sí, presumo de ello porque pocas veces tendré esta oportunidad, así que podéis morir de envidia sanamente. Pero, ¿cómo no iba a dar la nota? No podía quedarme tranquilo sin liarla: me encantó el momento en el que el chófer me preguntó si iba cómodo. A decir verdad, mi asiento se encontraba demasiado adelantado. Le dije que no se preocupará, que ya lo echaba para atrás un poquito. Inocente, metí la mano por debajo del asiento buscando la palanquita para mover el asiento. Debajo no, a los lados tampoco...Me resigné y quedé encorvado. El chófer, preguntándome una vez más si iba cómodo al ver mi posición fetal improvisada, visiblemente incómoda, me ayudó indicando el botoncito a pulsar. Con un "clic" a un botón de no pocos que había en mi puerta, el asiento se desplazó hacia atrás. Magia, encanto y pasión. Me enamoré en ese instante del coche, y si el chófer me hubiera dejado, me hubiera pasado la tarde haciendo combos con la botonera de cada parte del asiento: respaldo, cabecero, etc. Lo quiero.
La ceremonia transcurrió con los invitados y alguna cara conocida, pero con una gran responsabilidad. Trabajo duro y moverse muy rápido. En mi vuelta en taxi, con el evento ya terminado, el conductor resultaba ser un apasionado de los drones aéreos y de carreras, llegándome a mostrar vídeos de competición suyos. Un viaje ameno pero sin reducción de la tarifa del taxímetro. Pero bueno, ¿no se puede tener todo, no?
Reconozco que ha sido la boda más grande a la que he enfrentado hasta ahora. Madrugar y empezar con fuerza no era el reto: lo disfruté como un enano. Doy gracias a mi "clienta" por contar conmigo, por darme esta oportunidad y por hacerme "sufrir" como lo hizo: taxi para aquí, taxi para allá en busca de la peluquería. La sorpresa fue mayúscula cuando reconocí a las peluqueras, antiguas amigas de hacía tiempo. ¡Gracias Mixtura Peluqueros por vuestra profesionalidad! ¡Seguid así por la pasión con la que destacáis!
Por otro lado, probé lo que era montar en un Mercedes-Benz clase S limusina. Sí, presumo de ello porque pocas veces tendré esta oportunidad, así que podéis morir de envidia sanamente. Pero, ¿cómo no iba a dar la nota? No podía quedarme tranquilo sin liarla: me encantó el momento en el que el chófer me preguntó si iba cómodo. A decir verdad, mi asiento se encontraba demasiado adelantado. Le dije que no se preocupará, que ya lo echaba para atrás un poquito. Inocente, metí la mano por debajo del asiento buscando la palanquita para mover el asiento. Debajo no, a los lados tampoco...Me resigné y quedé encorvado. El chófer, preguntándome una vez más si iba cómodo al ver mi posición fetal improvisada, visiblemente incómoda, me ayudó indicando el botoncito a pulsar. Con un "clic" a un botón de no pocos que había en mi puerta, el asiento se desplazó hacia atrás. Magia, encanto y pasión. Me enamoré en ese instante del coche, y si el chófer me hubiera dejado, me hubiera pasado la tarde haciendo combos con la botonera de cada parte del asiento: respaldo, cabecero, etc. Lo quiero.
La ceremonia transcurrió con los invitados y alguna cara conocida, pero con una gran responsabilidad. Trabajo duro y moverse muy rápido. En mi vuelta en taxi, con el evento ya terminado, el conductor resultaba ser un apasionado de los drones aéreos y de carreras, llegándome a mostrar vídeos de competición suyos. Un viaje ameno pero sin reducción de la tarifa del taxímetro. Pero bueno, ¿no se puede tener todo, no?
Cuando llegué a mi bloque, con la mochila a cuestas, me paré en el portal. Ahí, entre elegir subir las escaleras o coger el ascensor, llegó un momento muy íntimo, un momento reflexivo en los que cualquiera de las dos opciones me parecía un verdadero infierno. Me colgué la chaqueta en el brazo y me descalcé con los zapatos en la otra mano. La decisión de coger al ascensor me pareció la más sensata, pero no por ello la más llevadera: cada paso hacia la puerta del elevador se sentía como alfileres a doquier en la planta del pie. Me sentí mujer por un momento, tras una noche de baile con tacones agresivos: la chaqueta hacía las veces de bolso y a mis zapatos sólo había que añadirles tacón para terminar de completar el símil. No sé cómo aguantáis, os admiro de verdad. Cuando llegué a la cuarta planta, el pasillo decidió alargarse más de lo normal. Llegar a mi puerta fue todo un reto dando pasitos, adolorido. No tuve fuerzas ni para tocar el timbre: golpeé la puerta con las pocas fuerzas que me quedaban y gracias al cielo, me abrieron. No hubiera podido sacar las llaves. Me dirigí a la cama, me tiré y lloré. Bueeeeno, no fue así, esto último es mentira. No era la cama, fue el sofá. Pero lo de llorar...una lagrimita de sufrimiento si corrió por mi mejilla.
Pero es echarle cuento al tema. El trabajo mereció la pena, a pesar de ser la primer macroboda a la que me enfrento. Lo disfruté desde la primera foto y les deseo a los novios la mejor de las experiencias de aquí en adelante.
¡¡VIVA LOS NOVIOS!!
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