Todos tenemos un baúl en el que guardamos un bien preciado. Un secreto reservado a la eternidad, que nos proteje...que les proteja. Quizás sean las cartas que nunca nos atrevimos a mandar, las que no llegaron a su destinatario o las que recibimos de alguien, resguardadas junto al recuerdo de quien nos las envió. Otros guardan joyas y oro, bienes materiales de tiempos de piratería que no hacen sino perder valor conforme tropiezan con el olvido y con el peso de problemas mayores. Algunos guardan lo que no quieren volver a desenterrar. Tal es la fuerza de nuestros secretos que se dice que un hombre se arrancó el corazón por amor y lo guardó en un cofre, enterrándolo lejos y en lugar seguro, a salvo de la mujer que traicionó su confianza.
Secretos, cartas que nunca llegaron, riquezas, pobrezas, corazones...¿qué guardas tú?
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