Abres los ojos y te encuentras esto. Hoy despertaste boca arriba. La sensación que te produce es mucho mejor que la imagen que puedo describirte.
Es verano pero no hace calor. El aire fresco que se cuela desde la calle no puede ser mejor. Tus ojos se pierden en el cielo, en un infinito entrecortado por los restos de las nubes. Respiras profundamente saboreándolo. Te lo recordaré en estas líneas una y otra vez sin cansarme.
Los edificios reposan en una tesitura calmada. Nadie se asoma, nadie está. Puedes ver gorriones volar en el aire, jugueteando con carreras y dibujando sus trayectos en el cielo en forma de líneas. Se cruzan entre ellos en perfecta sintonía, sin chocar. No parecen errar como a veces nosotros lo hicimos. Pero ése no es el tema esta mañana.
Nunca te gustaron los cantos de los pájaros. Hoy, se vuelven revigorizantes. Cantan a lo lejos y transmiten pausas acompasadas. En una postura completamente relajada, con una mano sobre la cabeza en lo que hace las veces de almohada. Tu otro brazo está entornado a ella.
El aire pasa por encima tuyo y la toca. Es tan reconfortante que la hace estremecerse y estirarse, para volver a relajarse entre una sonrisa. Ella también sabe que ya amaneció.
Retornas a mirar a la ventana: las nubes, la tranquilidad, los edificios, el ventanal y los sonidos de un Madrid que ya empieza a ponerse en pie.
¿Pero nosotros?
Tranquila, hoy no hay prisa.
Es verano pero no hace calor. El aire fresco que se cuela desde la calle no puede ser mejor. Tus ojos se pierden en el cielo, en un infinito entrecortado por los restos de las nubes. Respiras profundamente saboreándolo. Te lo recordaré en estas líneas una y otra vez sin cansarme.
Los edificios reposan en una tesitura calmada. Nadie se asoma, nadie está. Puedes ver gorriones volar en el aire, jugueteando con carreras y dibujando sus trayectos en el cielo en forma de líneas. Se cruzan entre ellos en perfecta sintonía, sin chocar. No parecen errar como a veces nosotros lo hicimos. Pero ése no es el tema esta mañana.
Nunca te gustaron los cantos de los pájaros. Hoy, se vuelven revigorizantes. Cantan a lo lejos y transmiten pausas acompasadas. En una postura completamente relajada, con una mano sobre la cabeza en lo que hace las veces de almohada. Tu otro brazo está entornado a ella.
El aire pasa por encima tuyo y la toca. Es tan reconfortante que la hace estremecerse y estirarse, para volver a relajarse entre una sonrisa. Ella también sabe que ya amaneció.
Retornas a mirar a la ventana: las nubes, la tranquilidad, los edificios, el ventanal y los sonidos de un Madrid que ya empieza a ponerse en pie.
¿Pero nosotros?
Tranquila, hoy no hay prisa.
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